Sutra: el insólito espectáculo donde el coreógrafo Sidi Larbi convirtió a monjes budistas a la danza

15/07/2012 - 12:00 am

La semana pasada el coreógrafo belga de origen marroquí, Sidi Larbi, reconocido internacionalmente, sacudió Bellas Artes con su obra Sutra. El artista habla de este insólito espectáculo y cuenta cómo trabajó con un grupo de monjes budistas enclaustrados para fusionar sus artes marciales con danza contemporánea experimental.

Por Rosario Manzanos

Sidi Larbi Cherkaoui es un hombre de su tiempo: A sus 36 años forma parte de una generación emergente que acepta lo mismo la influencia d la televisión –admira a Bruce Lee, Prince, Janet Jackson y el hip hop–, y una forma de vida que se ha impuesto lejos de la banalidad y como búsqueda espiritual.

Con una amplia carrera como bailarín y coreógrafo, el artista nacido en Amberes, Bélgica, de padre marroquí y madre flamenca, creó Sutra, una insólita pieza en la que participaron 16 monjes budistas especializados en el arte marcial del kung-fu del Templo Shaolin, de China, el artista plástico Anthony Gormley, el músico Simón Brzóska, y la producción del Sadler’ Wells junto con el Festival de Atenas, el Festival de Barcelona Grec, el Gran Teatro de Luxemburgo, la Monnaie de Bruselas, el Festival d´Avignon y la Fundación Música para Roma, entre otros.

En entrevista vía telefónica desde la ciudad de Avignon, Francia, donde estrenó el día 11 su nuevo montaje Puzzle, el artista flamenco explica la génesis del magno proyecto que se presentó la semana pasada con gran éxito en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México.

EL CUERPO, UN TEMPLO
“Para mí no se trata de un proyecto de perfil antropológico, sino de entender que los monjes en esencia son seres de movimiento y aún más, poseen una particular conexión entre su espiritualidad y el arte marcial que practican. Esto no me parece en nada diferente a lo que hacen los derviches con su baile de giros o ciertas culturas de otras latitudes.”

Explica que si bien muchos expertos en artes marciales de la región hacen demostraciones de kung-fu no sólo en China sino en todo el mundo, los monjes del Templo Shaolin viven bajo estrictísima reclusión.

“Yo tenía un gran interés de ver de cerca cómo aprendían a moverse y cómo mostraban su trabajo dentro del mismo templo. Al llegar ahí me di cuenta que sentía un enorme interés por utilizar ciertos fragmentos de sus secuencias, reeditarlas, hacer mi propio vocabulario y ponerlo en función de un objetivo escénico. Es decir que lo que ves en el teatro no son secuencias de kung-fu estrictamente, sino la dinámica de movimiento que ellos dominan a la perfección al servicio de conectarse con el público como un hecho artístico.”

El Templo Shaolin se encuentra situado en las cercanías de Denfeng, provincia de Henan, y fue fundado en 453 a. C. por monjes provenientes de la India. No fue sino hasta los años ochenta que fue reconocido por el gobierno chino como uno de los principales centros budistas en el que los monjes practican el kung-fu, el taichi y la meditación zen.

“Al llegar al templo no me sentí tan diferente a como me siento en la vida cotidiana. Soy vegetariano estricto, no bebo ni una sola gota de alcohol y busco que mi cuerpo encuentre la forma más eficiente de moverse, pero siempre conectado a mi centro. Soy un bicho raro en occidente. Esto no quiere decir que no ame la gran fisicalidad, me fascina, pero creo que los monjes la manejan de una manera tan singular que le dan un carácter de ritual.”

Siempre extranjero, Larbi encontró su lugar en el monasterio, un pequeño y humilde espacio para incorporarse a la vida del lugar sin sentirse del todo ajeno y en el que era percibido y aceptado. En una nota autobiográfica publicada en el programa de mano, Larbi siempre admiró a Bruce Lee, el actor de artes marciales que aparecía en la serie El avispón verde como asistente y chofer del personaje principal. Lee se destacó en el cine chino con largometrajes de acción donde hacía gala de su talento en el kung-fu:

“Era un modelo para mí, no sólo por los personajes a los que daba vida, sino por sí mismo y la forma de ver el mundo que representaba. Cuando hablaba de artes marciales, de alimentarse de la energía de la naturaleza, de fuerzas elementales, sonaba auténtico. A medida que me hacía mayor y empezaba a entender mejor hasta qué punto es habitual que la sabiduría permanezca oculta, la generosidad de Bruce Lee, la franqueza con la que se refería a su arte, a su dominio del kung-fu, me causaron una impresión aún mayor.”

Ya en la época en la que se encontraba en pleno desarrollo de sus propias creencias y espiritualidad incorporando diferentes formas de pensamiento y ciertas filosofías, Larbi descubrió el mensaje fundacional de la escuela Shaolin en la que la interconexión entre el cuerpo y alma es crucial, y que no se debe tratar de emular sino existir en armonía con el entorno. Hasta que conoció a los monjes de Shaolin, Larbi nunca había encontrado una verdadera congruencia para fusionar teoría y práctica.

Para Larbi, educado en occidente, el proceso sólo podría completarse con el público “si es capaz de adentrarse en este universo, de escaparse de las preocupaciones cotidianas aunque sólo sea durante unos minutos, de comprender el lenguaje que hemos creado y acercarse a su filosofía.”

En un hangar enorme se puso a trabajar con los monjes. El desconcierto reinaba al principio, ellos esperaban órdenes precisas, pero Larbi quería involucrarse con su forma de moverse. Además estaba la participación del artista plástico Antony Gomley, que proponía unas cajas fijas mientras que Larbi las deseaba movibles para construir y reconstruir diferentes atmósferas y crear así retos y fantasías para los monjes.

“Les decía: ‘Ahora imaginen que van a saltar al mar, ahora subimos a una torre, ahora somos una flor que se abre poco a poco’. Las cajas en las que cabe un hombre perfectamente acostado son pesadas y su manejo obligaba a todo mundo a no estar fuera de situación jamás.”

No era fácil… a veces llegaban unos monjes y a veces llegaban otros, hasta que se sentaron a analizar qué era necesario para crear un montaje. Al mismo tiempo, Larbi fue por mucho el primer occidental en haber puesto un pie dentro del templo y debía de convencer a los monjes mayores de la importancia de todo lo que hacía.

“La situación en China es muy difícil. Salir del país es prácticamente imposible, los monjes mayores deseaban que los sacaran al mundo y conocerlo. Ver lo que pasaba en otras latitudes sin perder los principios fundamentales de lo que hacen y son.

“Muchas familias envían a sus hijos varones a los monasterios para que tengan una educación, una mejor vida. En ciertas ocasiones los monjes son requeridos por su familia y después de una formación durísima se convierten en civiles. Yo tengo en mi actual compañía a dos exmonjes.”

Durante meses laboraron arduamente además de hacer su trabajo personal, hasta que un día se metió un pequeño niño monje y empezó a jugar. Dueño de gran agilidad, burlón, rápido, el pequeño gozaba con esconderse entre las cajas y molestar a los monjes mayores y al propio coreógrafo. Larbi decidió que el chico debía integrarse a la puesta en escena como un contrapeso. Al tiempo creció y fue sustituido por otro pequeño, y el niño original sigue en la puesta en escena.

Pero lo más inesperado fue que a diez días de estrenar Larbi se dio cuenta de que había pasado una buena parte de su tiempo imitando, en el reto y el juego con los monjes –que estaban ya acostumbrados a que él estuviera siempre en el foro con ellos–, y se quedó en el espectáculo:

“Yo vengo a ser como esa parte occidental un poco tonta que no logra equiparar a los de oriente y que hace el ridículo. A veces ellos me enfrentan, a veces yo los enfrento. Luchamos, y hago lo mío. Aprendí un poco de kung-fu en todos esos meses, pero ¡bah!, lo hago como bailarín, por más que lo he intentado jamás he podido alcanzarlos en su certeza y velocidad. Son además de una sabiduría avasalladora, personas profundas y cultas.”

No obstante el artista es reconocido como uno de los mejores bailarines del mundo. Hace cinco años visitó México junto a Akram Khan en el espectáculo Zero Degrees, considerado por la crítica internacional como un clímax en la carrera de ambos intérpretes. Además ha hecho otras colaboraciones con artistas como la española María Pages, el Cuulberg Ballet y Wim Vandeckeybus. Y no sólo eso, sino que a los 26 años ganó el premio internacional de “Los Nijinsky” como el mejor coreógrafo emergente del mundo.

PUESTA EN ESCENA
Larbi convocó a China al músico polaco Simón Brzóska y al también coreógrafo  y bailarín Ali Ben Loth, con quien alterna las funciones, como fue el caso de México.

“La música fue un problemón. Mientras yo quería una música lírica y evocativa ellos me pedían algo más rítmico para acomodar mejor el movimiento. Al mismo tiempo no acostumbran utilizar el canon o las variaciones. Lo suyo es marcial y había que negociar para lograr estar todos en lo mismo. Como las rutinas estaban modificadas había que hacer un trabajo más fuerte de integración.

“Y lo esencial para mí era realmente compartir y enfrentarme a su mundo tradicional y ellos a mi perspectiva del movimiento. A veces se burlaban de mí por mi uso musical y mejoraban las secuencias, en otros casos encontramos soluciones riesgosas que se ven muy bien en el foro.

“Entonces me pareció muy cansado que utilizan su vestuario tradicional todo el tiempo y les propuse que diez minutos usaran un traje occidental: tuve que hablar con el monje director del templo, le explique que se trataba de que se vieran como nos vemos del otro lado del mundo y en la misma China. Le solicité amablemente su permiso para explorar junto con los monjes cómo el hábito no hace al monje y me dejó.

“Lo cierto es que para mí es muy claro que no existen identidades tan marcadas, todos estamos en contacto con otras culturas, yo mismo soy hijo de un marroquí y anteriormente Marruecos fue invadida por los españoles, mi madre es de Bélgica pero de la región flamenca que algo tiene que ver con los flamencos españoles, y yo bailo con María Pages, que se dedica al flamenco.

“Todo está mezclado, los monjes hacen su vida tradicional y en las tardes se comunican entre ellos o con sus familias por teléfonos celulares. El hecho de buscar las tradiciones es porque tienen que ver más con aspectos más profundos que le dan a la vida otro aliento. Así me siento yo, con un nuevo aliento y con mucha admiración por los coreógrafos transgresores y arriesgados que no coinciden con las normas.”

Este fin de semana Sutra estaba programada para presentarse en el Teatro Bicentenario de León, Guanajuato.

–Apro

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