Las piezas de José Pablo Moncayo también se hicieron para bailar

04/07/2012 - 12:00 am

Por Rosario Manzanos

Dos piezas fundamentales del homenajeado Pablo Moncayo son clásicos en la danza mexicana: Zapata de Guillermo Arriaga y Huapango de Gloria Contreras.

Estrenada en 1953 con motivo del Cuarto Festival de la Juventud en Bucarest, Rumania, Zapata marcó un hito dentro de la historia de la danza en México. Minimalista, simbólica y muy bien sostenida dramáticamente fue bailada en sus inicios por el propio Arriaga con Rocío Sagahón y posteriormente por Juan Casados, Evelia Beristáin, Oscar Leyva, Alma Rosa Martínez, Ana Mérida, Cora Flores, Oscar Leyva y Esteban Arana, entre otros.

Al tiempo se convirtió en pieza obligada de repertorio para las principales compañías de danza de México e incluso también del Ballet Nacional de Cuba de Alicia Alonso.

La estructura es aristotélica: nacimiento, lucha y muerte del héroe revolucionario. Así, la obra representa la relación entre Zapata y su madre –la tierra– que lo pare y acompaña hasta su muerte. Alumno de Ana Sokolow y Ana Mérida, Arriaga, ya en sus noventa, fue un inquieto joven que definió su vocación de creador desde muy joven y que a fuerza de imponérsele a su familia logró su apoyo y admiración.

Para hacer su coreografía más famosa, Arriaga utilizó un fragmento de Tierra de temporal de Pablo Moncayo, pero en determinado momento se dio cuenta que le sobraba una variación completa de la partitura, así que le habló a su amigo y le explicó el problema; Moncayo le dio luz verde para que hiciera los cambios pertinentes y nació la frase de “el corte es perfecto”. A Moncayo le encantó la variación de Arriaga y se creó una suite que se toca especialmente en conciertos de las principales orquestas del mundo y está grabada por la Sinfónica Nacional y la Filarmónica de la Ciudad de México.

En el origen Arriaga pensaba hacer una obra épica con caballos, rifles, soldaderas y el ideario del héroe del sur, sin embargo el exdirector de danza del INBA y creador emérito del Fonca se enfrentó al cambio presidencial 1952-1953, y como suele suceder desaparecieron todos los apoyos otorgados por la administración anterior. Así fue que Arriaga optó por una sinopsis.

En una entrevista con el coreógrafo realizada por esta crítica en1993, Arriaga señaló que estaba aterrado de miedo de que los rumanos no entendieran lo que él se proponía con su obra. Se equivocó. Después del triunfo europeo, la obra se presentó en el Teatro Juárez a fines de septiembre y en el Palacio de Bellas Artes en diciembre del mismo año. Su éxito fue absoluto.

Arriaga señaló también que su obra se ha bailado en plazas, parques, salones de fiesta y en los lugares más inusuales:

“En una ocasión Diego Rivera me pidió que Ana Mérida y yo se lo bailáramos a Frida allá en casa de los Kahlo en Coyoacán.”

Narró que la pintora se encontraba muy enferma, por lo que “una tarde entre magueyes y cactus Frida lloró después de vernos bailar, Diego no sabía cómo agradecernos”.

Autor de varias coreografías entre las que destaca El Sueño y la Presencia (1951) y La Balada Mágica (1952), Arriaga cuenta que su gran proyecto fue la obra Cuauhtémoc presentada en México en 1954:

“El guión era de Pepe Revueltas y la música de su hermano Silvestre, la estrené en Bellas Artes, y fue un fracaso.”

La otra partitura de Moncayo que se baila es el Huapango de Gloria Contreras. Dedicada a su hija Lorena Luke, la coreografía fue estrenada por Contreras en 1958 en Nueva York con la Gloria Contreras Dance Company y en 1959 en el Palacio de Bellas Artes por el Ballet Concierto. Como ella misma lo define, Huapango es un ballet que se sustenta en la briosa y mexicanista música de Moncayo.

Con efluvios nacionalistas, la pieza no se desborda en coloridos inútiles sino que hace un pentagrama en el escenario en el que la danza dibuja las notas.

–Apro

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